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La gran oportunidad del centro histórico

By 14 de octubre de 2011 No Comments

Lima tiene que enfrentar un problema que arrastra desde hace décadas. El centro de la ciudad no puede seguir siendo un espacio mitad vacío, mitad tugurizado, sin una estrategia para que su recuperación sea integral y para que los esfuerzos no se gasten simplemente en pintar fachadas o adoptar balcones.

Cualquier renovación urbana que se implemente en el Centro de Lima, que incluye al Rímac, debe tener claras dos premisas. La primera es que se debe trabajar con la gente, con los ocupantes, con los vecinos, que lo han habitado toda su vida. Con inclusión y sin desalojos. Porque sin sus habitantes el Centro perderá su vida, su carácter; será, como mucho, una ciudad museo o, peor aun, una ciudad habitada por personas que no la valoran y que simplemente la ocupan porque en algún momento estará de moda. El Centro volverá a morir si es que carece del empuje que la red humana actual le puede dar.

La segunda premisa tiene que ver con el lugar donde debe iniciarse la renovación. Lo natural es pensar que se debe invertir en el espacio público, en remozar las plazas y áreas verdes, remodelar los teatros, sacarle brillo a los monumentos y colocar, quizás, las tan necesarias obras de señalética y de nomenclatura que tanta falta le hacen. Sin embargo, empezar por afuera trae una consecuencia nefasta: la especulación. Y esta, a su vez, trae consigo el desalojo, la compra de la posesión, la pelea por el espacio, las escenas terribles de ancianos y niños aferrándose a las paredes de sus casas. Claramente, en esta situación los que pierden siempre son los habitantes de antaño, los de siempre. Empezar por afuera significa olvidarnos de lo que pasa dentro de cada una de esas casonas ocupadas; es darle la espalda a quienes no se fueron, a quienes decidieron quedarse en el Centro a pesar de la ruina, de la inseguridad y del peligro.

La segunda premisa implica, entonces, iniciar el trabajo desde el espacio interior. El hilo de la madeja se encuentra en la definición de la propiedad privada. Sólo cuando la propiedad de los inmuebles esté clara el Centro de Lima podrá recuperar su esplendor. El problema de los títulos de propiedad -que imposibilita a los dueños originales vender sus propiedades-, es el responsable en gran medida del abandono del Centro; este es el principal problema que debe ser resuelto si se busca un solución real.

La oportunidad del Centro Histórico consiste en que la renovación le puede dar la oportunidad de albergar nuevas dimensiones. No se trata de volver al Centro Histórico de antaño; se trata de aprovechar el caos actual para armar una ciudad modelo. Una ciudad nueva, que aloje las expectativas de todos los limeños y que recoja las oportunidades de mejorar la calidad de vida para sus habitantes. Se necesita por ello un marco legal e institucional que facilite este proceso, que guíe su desarrollo y lo enganche con el resto de Lima.

Es esta ciudad posible la que puede hacerse realidad si es que los esfuerzos confluyen en este objetivo. Un Centro renovado implica una intervención integral, que abarque aspectos quizás ajenos a su grandiosa monumentalidad y a sus problemas de ocupación precaria -temas ya discutidos en extenso-. Su renovación tiene que incluir el diseño de los flujos y movilidad humanos, el desincentivo al uso de los vehículos, la peatonalización y el fomento del uso de las bicicletas. Tiene que ver con crear cadenas de valor económicas y comerciales; sin desbaratar los nodos que ya existen, se puede promover nuevos despegues económicos y emprendimientos sostenibles. Tiene que ver con integrar a sus habitantes en la formalidad del mercado y fortalecer la ciudadanía que yace dormida hace décadas o que se focaliza en resolver sus problemas de vivienda. Se trata de aprovechar la revolución urbana para cambiar la visión de ciudad y el rol del vecino como generador del cambio. Implica, también, incorporar nuevos requisitos legales a la zona, desde parámetros de construcción sostenible -ligados con programas de reciclaje o de agricultura urbana-, hasta la incorporación de la prevención de riesgos en los espacios reconstruidos y en la arquitectura misma… ¡pero también en la mente de sus habitantes! Tiene que ver con fortalecer el rol de los serenos y su relación con las autoridades policiales; poner a disposición los programas sociales a quienes más los necesitan para así otorgarles dignidad, representada en salud, en identidad, en prevención de la violencia, en educación sexual. Implica atender a la población flotante, a toda esa masa de ciudadanos que trabaja en el Centro o que accede a él por cuestiones cotidianas o para recrearse.

Se trata de descubrir esos espacios muertos para darles vida; que la ciudad se apropie de nuevos espacios urbanos; trasladar grandes instituciones y empresas al Centro. Implica no sólo eso, sino reconstruir la vida de las personas y su relación con el espacio público, especialmente en el Centro, que debiera ser el espacio más público de todos. Implica aprovechar sus potencialidades monumentales, históricas, gastronómicas y turísticas; pero hay que hacerlo sabiendo que el Centro antes de ser del turista que lo visita es, primero, de aquel que lo habita, de aquel que lo usa y, sobre todo, de aquel que lo quiere.

Mariana Alegre Escorza
Coordinadora General de Lima Cómo Vamos

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