“Los primeros interesados en sentarse en los sillones municipales ya han empezado a llenar con sus propagandas políticas las paredes y colgar sus letreros de los postes”.
Aún no termina el año y la campaña electoral –realmente– no ha arrancado, pero el movimiento político ya se siente. Los primeros interesados en sentarse en los sillones municipales ya han empezado a llenar con sus propagandas políticas las paredes y colgar sus letreros de los postes. Ni qué decir de la campaña virtual, los muros de las redes sociales se empiezan a llenar de anuncios que tienen por objetivo medir la temperatura de sus potenciales electores y confirmar si sus pretensiones son sólidas o es solo un frágil deseo de sus propios egos.
Así pues, las alianzas empiezan a buscarse, los teléfonos suenan buscando adeptos y la búsqueda por los mejores técnicos ya está en marcha. Esto, por supuesto, en aquellos partidos y movimientos que se están tomando seriamente la contienda electoral. Los otros, que existen en demasía, solo buscan llegar al poder para institucionalizar sus negociados o perpetuar sus mafias.
Este es el momento en el que los distintos grupos delictivos (el de los invasores de tierras, el de los informales transportistas, el de las redes que cobran cupo al comercio ambulatorio, el de la venta de animales domésticos y exóticos y, por supuesto, el de los corruptos instalados en las oficinas públicas) establecen sus objetivos e identifican sus necesidades para, en función de ellas, colocar sus condiciones y ofrecer al mejor postor sus apoyos para la campaña. Los votos que se garantizan a cambio de muchísimos miles de dólares, entregados en sobres blancos y amarillos que se dejan en la mesa del restaurante ahí cuando ya toca despedirse después del almuerzo.
Mientras tanto, la ciudadanía aún se encuentra con demandas insatisfechas, con transporte público paupérrimo, con mucho miedo a los robos y estafas así como precariedad en sus viviendas, sin oportunidades de empleo serias ni tampoco salud pública de calidad. Por supuesto, las veredas siguen construyéndose muy delgadas y las pistas muy anchas, cobrándose la vida de demasiadas personas y acostumbrándonos a que así es y, entonces, no importa. ¿Serán capaces los candidatos de ofrecer soluciones reales? ¿Podrán atender aquellos problemas que aquejan a sus vecinos y vecinas? Si es así, ¿estarán a la altura de las expectativas?
Las exigencias ciudadanas son cada vez mayores y las actuales autoridades no parecen satisfacerlas. Ojalá no aprovechen la coyuntura para sembrar odio y xenofobia ni para extender las brechas que nos separan. Ojalá traigan propuestas tangibles que puedan implementarse en el corto plazo; mientras tanto, estaremos pendientes para ver qué se traen entre manos.
¡Felices fiestas! Ahí donde caben, pues la campaña que se viene no parece tener mucho de feliz pero seguro les armará la fiesta a muchos.
Columna de opinión por Mariana Alegre, publicada en Perú21.