Si bien los colectivos no deben ser formalizados, quiero aclarar dos temas relevantes. Primero, los usuarios de los colectivos no deben ser menospreciados ni maltratados achacándoles la responsabilidad de mantener vivo un sistema paralelo e informal de transporte. Ellos optan por tomarlos pues es el medio que mejor resuelve sus necesidades, principalmente por que ganan tiempo y comodidad aunque sacrifiquen seguridad y orden.
En segundo lugar, los conductores de colectivos son la mayoría, en realidad, víctimas de un sistema que no funciona y que no les ofrece oportunidades laborales serias. Es más, muchos problemas que generan (desorden, congestión e incluso las víctimas de siniestros de tránsito que causan) ocurren debido a los incentivos perversos del mismo. Quiero excluir de aquí a los delincuentes que se disfrazan de colectiveros para asaltar a sus pasajeros.
Teniendo esto claro, la realidad es que los colectivos no solo existen sino que atienden una necesidad insatisfecha ya que el gobierno no entiende que el transporte público es un servicio esencial que debe garantizar. Entonces, ¿por qué me opongo a su formalización si acabo de decir que resuelven un problema y dan empleo? El asunto es que el transporte es un sistema complejo y, por ello, se deben asignar las rutas y los servicios (regulares o expresos) desde una mirada integral pues los distintos medios deben complementarse entre sí. Formalizar los colectivos consolidaría la microtransportación de múltiples unidades que llevan pocos pasajeros generando tráfico, desorden, víctimas de siniestros de tránsito y contaminación. Y que, además, compiten con las rutas formales perjudicando la fluidez y calidad de su servicio. En tiempos de coronavirus, además, los colectivos no cuentan ni con el tamaño en sus unidades ni con los incentivos para guardar la distancia social pues solo ganan al llevar sus autos llenos de pasajeros.
Por ello, la reforma de transportes es fundamental para activar rutas y atender zonas que no tienen cobertura de transporte (especialmente en las zonas rurales) y así evitar que los pasajeros migren a los colectivos. De esa manera, una buena parte de los colectiveros podría tener empleo decente como conductores de estas rutas y de las nuevas unidades que, obligatoriamente, deberán incorporarse en la ciudad (para garantizar la distancia social). Todos podríamos ganar.
Columna de Mariana Alegre publicada en Perú21.