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¿Mejor sin protección?, o el curioso caso del casco inseguro

By 17 de diciembre de 2020 No Comments

Por Andrés Palacios

 

En tiempos de coronavirus, la bicicleta, actividad al aire libre y con distancia física, ha surgido como un medio de transporte atractivo y de hecho vemos que su uso entre los limeños pasó de 2% en 2019 a 3% durante la cuarentena. A pesar de este avance, cabe preguntarse, ¿por qué no hay más gente desempolvando sus bicis? Después de todo, la tenencia de bicis en los hogares (17,8%) es similar a la del auto (17,3%) pero los limeños prefieren movilizarse en auto que en bici (11% vs 2%). Entre las razones citadas para este desgano en la encuesta “Los efectos del COVID-19 en la movilidad de Lima y Callao” hallamos que el 62,5% de los encuestados cita los accidentes de tránsito. ¿Y cómo culparlos?, si solo en 2019 hubo 700 muertos y 29 044 heridos en 52 965 incidentes viales en Lima y Callao según la PNP.

¿Qué hacer entonces para sentirse más seguro? Una de las primeras cosas que se nos vienen a la mente es usar casco y parece razonable. Estudios como el Dodds et al (2019) apuntan a que el casco puede protegerte de fracturas y lesiones craneanas y hasta salvar tu vida en dichas situaciones. La conclusión parece clara, si te tienes que golpear la cabeza, es mejor tener un casco que no tenerlo. Y dadas las preocupantes cifras de muertes viales, no parece estar de más. ¿Pero y si te dijera que usar casco pone en riesgo tu vida? 

Esta historia empieza con un estudio del psicólogo Ian Walker (2007) donde él mismo funge de cobaya. Walker halló que los conductores que lo adelantaban lo hacían a menor distancia cuando llevaba un casco que cuando no lo usaba. ¿Su hipótesis? Que los conductores tienen más cuidado cuando ven a un ciclista sin protección al creerlo más experimentado o mejor protegido. Irónicamente, el ciclista podría también estarse metiendo cave como lo muestra un estudio de Gamble y Walker (2016) que halló que los sujetos que usaban casco serían más propensos a conductas de toma de riesgo que aquellos que usaban gorra. Además, Philipps et al (2011) hallan que los ciclistas que suelen usar casco manejan con más prudencia al no usar uno, un fenómeno conocido como “compensación de riesgo”.

Dicho esto, el ciclista urbano parece enfrentarse a un dilema. Por un lado, pareciera que no usar casco conlleva al ciclista y conductores a manejar más prudentemente, pero hay grandes chances de terminar con la cabeza hecha puré. Por otro lado, el casco disminuye la severidad de las lesiones, pero aumenta el riesgo de sufrirlas. 

Este último aspecto es clave. Un estudio de la data de incidentes viales en EE.UU. (Teft 2013) halló que un peatón tiene 10% de chance de morir en un choque a 39 km/h y 50% a 65 km/h. Esto es coherente con un estudio de Rosén y Sander (2009) que halla que el riesgo de muerte de un peatón aumenta exponencialmente con la velocidad: a 50 km/h es el doble que a 40 km/h y 5 veces que a 30 km/h. Aunque con resultados distintos, otros estudios confirman también esta relación exponencial y subrayan que las probabilidades empeoran para los adultos mayores. Considerando que en Lima la velocidad máxima es de 40 km/h en calles y 60 km/h en avenidas, un casco como protección resulta casi anecdótico frente a un impacto.

¿Es entonces imposible montar seguro? Lo que parece funcionar en ciudades como Ámsterdam o Copenhague, donde la gente anda sin casco y sin miedo, es una estrategia llamada “seguridad en la cantidad” (safety in numbers): entre más ciclistas haya en la calle, más seguras son las calles para ciclistas (y peatones). Esto porque los conductores se acostumbran a compartir la calzada con un mayor número de ciclistas y peatones y empiezan a tener más cuidado al pasar cerca. Esto además impulsa la demanda por infraestructuras para ciclistas (ciclovías). Parece entonces que tu seguridad al pedalear depende más de la conducta de los automovilistas que del grosor de tu casco. 

Aún así, tal vez te digas que igual el casco no está de más. Quizás. Mas hacerlo obligatorio puede ser contraproducente para la “seguridad en la cantidad”. Se atribuye al casco obligatorio el fracaso en Australia de los sistemas de bicicletas compartidas. Al añadir una carga cognitiva adicional (no olvidar el casco) la gente se desanimaba a usar el sistema espontáneamente como medio de transporte. ¿Pruebas? Un 23% de encuestados para un estudio en Sídney declararon que usarían la bicicleta más a menudo si no tuvieran que usar casco.

Dicho esto, si tu casco te hace sentir seguro, ¡adelante! En lo personal (casi) nunca salgo a pedalear sin uno. Pero no perdamos de vista que la lucha por calles más seguras para peatones y ciclistas pasa por medidas que apuntan más a lo colectivo.

 

Bibliografía

Andrés Palacios

Andrés tiene una maestría en Relaciones Internacionales por la universidad Sciences Po y cuenta con experiencia en análisis económico, de políticas públicas y como asistente pedagógico de un curso en línea. Tiene un gran interés en políticas urbanas, en particular de transporte urbano, desde la perspectiva de política pública.

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