“Es así que este año nuevo es igual a los de siempre. Uno en el que la informalidad nos gana y nos pone en riesgo a todos”.
A pesar de que la pandemia nos ha traído todo menos normalidad, este fin de año nos hemos comportado como siempre. Y eso no es, para nada, una buena noticia. Sí, es cierto que ha habido cosas buenas y quizá la más importante sea que tenemos un porcentaje enorme de población ya vacunada.
Perú alcanzó a vacunar al 80% de la población objetivo y, con eso, aunque sin bajar la guardia, podemos respirar algo más tranquilos. Sin embargo, el fin del año nos pilla con las mismas malas costumbres de toda la vida. Veinte años después de la tragedia de Mesa Redonda, en la que murieron 279 personas producto de un pirotécnico que fue prendido a modo de demostración, hoy un nuevo incendio trajo los recuerdos de ese día.
Como nos encanta repetir los errores y la negligencia, en esta ocasión fue un globo de Camboya (que se eleva con fuego) el causante del incendio. Otra vez, un vendedor ávido por concretar una ventana mostró cómo funcionaba el artefacto y, al caer el globo, generó el incendio, de acuerdo a lo que testigos del siniestro han manifestado en redes sociales. Una vez más, el incendio afecta una zona comercial con altísimo movimiento que se sabe es insegura y plagada de informalidad. Una vez más, se manifiesta el descontrol y la anarquía en la que la fiscalización y la autoridad son más un saludo a la bandera que una efectiva estrategia de control. Nuevamente, somos testigos de la incapacidad de resolver el problema que se muestra ahí abierta y evidentemente.
Los almacenes informales en el Centro Histórico están a vista y paciencia y es así también con el comercio ilegal de fauna silvestre y la comercialización de mascotas. Otro ejemplo es el de los taxis colectivos que hoy han vuelto a generar controversia por la decisión del Ministerio de Transporte de empadronarlos con miras a otorgarles licencias de funcionamiento. Entonces, surgen los cuestionamientos al por qué nunca somos capaces de proponer soluciones viables y definitivas.
Habrá quienes argumenten que el “gen” de la informalidad es muy fuerte como para ser combatido. Sin embargo, son pocos los que apuestan por sistemas integrales de oferta laboral para ofrecer oportunidades a los vendedores informales o a los colectiveros. ¿Qué tan grandes son los esfuerzos para implementar programas de gestión de riesgos y entrega de licencias de funcionamiento sin corrupción y con fiscalización rigurosa?
Es así que este año nuevo es igual a los de siempre. Uno en el que la informalidad nos gana y nos pone en riesgo a todos. Uno en el que las autoridades no nos ofrecen seguridad sino excusas. Uno en que los ciudadanos aún compran pirotecnia y la revientan a pesar de las prohibiciones pues, al final, solo se preocupan por ellos mismos. ¡¿Feliz? año!
Columna de opinión por Mariana Alegre, publicada en Perú21.